Gabriela y
Juan Carlos, se miraban todas las mañanas a través de la ventana, sin
conocerse, se sonreían de edificio a edificio, desde sus dormitorios de la
universidad. Ella, era una estudiante ejemplar, dedicada al servicio
comunitario, y presidente de muchos comités. Increíblemente bella siempre
sonriente. Él, quería convertirse en piloto de guerra y luchar por su país,
como lo hicieron su padre y su abuelo. Era reservado, jamás se integro a su
grupo de clases. La única persona a la que le sonreía era a Gabriela. Era como
si tuviese miedo de acercarse a la gente, guardaba un secreto.
Ambos
tenían miedo, nunca se habían visto de frente aunque se esperaban diariamente
en la ventana. Ella se tomaba un jugo de naranja, feliz por comenzar su día. Mientras
que él, se tomaba un café negro, ansioso de que terminara. Sin saberlo, la
muchacha de otro lado de la ventana se estaba convirtiendo en su fe. Y el
misterioso hombre de los ojos azules se convertía en su amor.
Una
mañana, se hicieron señas para encontrarse abajo, frente al gran árbol que los
dividía. Ella se puso más perfume del usual, se recogió el cabello y se preparó
para bajar. Él se cambió la camisa dos veces y cuando al fin bajó, no dejaba de
sonreír. Su actitud causo sorpresa en sus compañeros y eso que aún nadie sabía
con quien iba a encontrarse. Juan Carlos la esperó abajo del árbol casi sin
poder respirar, cuando Gabriela descendió por las escaleras, lo vio y aceleró
el paso. Se saludaron con timidez, con nervios de enamorados, sin jamás haberse
hablado, sentían como una extraña sensación de afecto los invadía.
Pasaron
horas sentados en el banco, descubriendo que tenían mucho en común. La atracción
fue instantánea, cuando empezaron a hablar fue como si algo encajara entre
ellos, algo que habían estado buscando sin encontrar. Sin que se dieran cuenta
todos los miraban asombrados, se preguntaban cómo se habían conocido. Pero
ellos estaban absortos en esa sensación de plenitud que hacía que todo lo demás
desapareciera. Él iba a ser militar y ella iba a ser senadora. Se iban a
enamorar con locura, jamás se iban a olvidar el uno del otro. Juan Carlos iba a
morir en batalla y Gabriela iba a vivir el resto de su vida honrando su memoria.